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La herencia de mis padres


La herencia de mis padres

por Eduardo Correa


Dedicatoria


A mi madre doña María
y a mi padre don Simón


“Dos luceros que siempre alumbrarán en el universo de mi vida” 


Gracias papá, gracias mamá…






Un recuerdo triste…pero alentador
(Extracto de mi novela Dios salvó mi vida)


“Durante el trayecto a Barquisimeto mi mente estaba llena de cosas tumultuosas en su mayoría y en medio de mi sufrimiento por momentos viajaba rápida y mentalmente a muchos lugares y de pronto se me aparecieron unas imágenes y un sitio que me era conocido. Las figuras eran las de mi padre y mi madre que al sentir mi presencia se dieron media vuelta y pudimos mirarnos de frente. Mi madre, ubicada en primera instancia, fijó su vista en mí y sus ojitos me parecieron muy tristes y preocupados y tendía sus manos en un intento por tomar las mías, pero no lográbamos asirnos”.


“Mi padre estaba un poco más allá y nos veía a los dos con su rostro circunspecto y presto a cualquier movimiento. Entre nosotros soplaba una suave brisa invernal con olor a frutas recién picadas por los pájaros. De pronto me volví niño y salí corriendo con ganas de atrapar un pajarito azul que acababa de posarse en un arbusto, pero mi madre se apresuró y me buscó y ahí sí pudo tomarme, me alzó hasta su pecho y me abrazó. Aquellas imágenes, esas sensaciones y aquel lugar hermoso desaparecieron como por arte de magia y en instantes volví en mí, justo cuando Miriam puso suavemente sus dedos sobre mis mejillas”.  



“Mi padre fue un varón
y Simón era su nombre
y me graduó de hombre
con chaparro y mandador,
me daba clases de amor,
de ternura y amistad
y me enseñó la bondad,
el cariño y el honor”.



Índice

La herencia de mi padre
Recuerdos para mi viejo
Yo soy campesino
Un recuerdo sagrado
En otros tiempos
 Las huellas de mi padre
Un sentimiento por mi madre
Madre querida
¿Cómo era el barrio Guamachal de antaño?
Yo heredé el optimismo
Ser viejo
Triste vejez
Viejitos
La vida

________________________________________________


La herencia de mi padre


¿Les digo mi profesión
y a qué dedico mi tiempo?
lo diré en un momento
préstenme mucha atención.

Mi padre fue un varón
y Simón era su nombre
y me graduó de hombre
con chaparro y mandador,
me daba clases de amor,
de ternura y amistad
y me enseñó la bondad,
el cariño y el honor.

Trabajé de sol a sol
mi escuela fue la sabana
de noche y de madrugada
sin horario y con tesón,
después de cada lección
un árbol me cobijaba
y un colibrí celebraba
chupando de flor en flor.


Paraulata y ruiseñor
adornaban el descanso
y un río sabroso y manso
apaciguaba el calor.

Volvía a la lección
con tarea para rato
con peinilla y garabato
y el monte de pizarrón,
con lápiz de corazón
sacaba todas las cuentas
sumando metros de cerca
y arreglando el botalón.


Sembraba arroz y frijol
en invierno y en verano,
a veces criando marranos
gallina, pollo y lechón.

Recesos de pescador
en el río y la laguna
buscando mejor fortuna
con guabina o con pavón,
mi compañero fue el sol
y la tierra mi fortuna,
hermosas noches de luna
me llenaban de ilusión.

Mi padre fue el profesor
en la escuela de la vida
y pido a Dios lo bendiga
por darme su protección.


Recuerdos para mi viejo


Yo te recuerdo papá
todos los días del mundo
y aunque no estemos juntos
tu recuerdo siempre está,
hoy hablé con mi mamá
y fuimos al campo santo
ella te quiso tanto
que a veces se pone a llorar.

Me enseñaste a caminar
y guiaste mis primeros pasos
y con mística  y abrazos
me enseñabas lo demás,
y no olvidaré jamás
 cuando conmigo jugabas
y al final me abrazabas
con cariño y con bondad.

Te acompañaba mamá
en la firme educación
y ponías el corazón
del padre que supo amar,
y desde una corta edad
me guiabas con tus consejos
y ojalá yo llegue a viejo
teniendo tu dignidad.

Me enseñaste a respetar
y con ello a los vecinos
y decías que los amigos
se debían considerar,
por eso y mucho más
siempre estarás en mi mente
y en los recuerdos de siempre
por los años vivirás.


Un recuerdo sagrado

Hay un recuerdo sagrado
y un recuerdo bonito
que desde que era muy chico
lo recuerdo con agrado,
y así pasen muchos años
se mantiene imborrable
el cariño por mi padre
 y sus palabras sin engaños.

Era un caporal del llano
que guiaba en noches de luna
llevando como fortuna
al Dios Padre Soberano,
 fue guía de mis hermanos
trabajador incansable
gentil con nuestra madre
respetuoso y humano.

Como ferviente cristiano
hablaba de la moral
supo siempre rechazar
lo malo y lo indeseado,
y en los meses de mayo
un sentimiento arraigado
sembrando en el invierno
lo mismo que en el verano.

Cultivador sin desgano
sencillo y servidor
en la mano el mandador
que usaba de vez en cuando,
y no faltaba un abrazo
y un cariño sin fin
tocaba a veces violín
 tocaba también el cuatro.

Con el sabor del mastranto
con sabiduría y con gracia
bailaba al ritmo del arpa
y al son de los capachos,
y esos recuerdos gratos
jamás los echo en olvido
porque siendo apenas niño
en mi mente yo los guardo.

Hoy su recuerdo es sagrado
Imborrable e infinito
él está junto a mi Cristo
imposible olvidarlo.


La pascua, en un mes cualquiera de 1994

Yo soy campesino


Soy campesino, señores
y trabajo duro la tierra
y siempre me aferro a ella
derramando mis sudores.

En mi valle de pasiones
cultivo la amistad,
siempre riego la bondad
y cosecho corazones,
me acompañan ruiseñores,
canario y cristofué
y del surco del querer
van brotando mis amores.

Las plantas con sus verdores
crecen con ramas de fe
y en sus troncos amarré
mis sueños e ilusiones,
mi campo tiene esplendores
que lo adornan por doquier
y tiene un frondoso vergel
con flores multicolores.

Soy campesino, señores
y trabajo de sol a sol
y la bondad del Señor
apacigua los rigores.



En otros tiempos


En los tiempos de mi abuelo
y en los tiempos de mi padre
la educación sin alardes
enseñaba de lo bueno,
y el maestro era dueño
del tesón y la constancia
e impartía la enseñanza
con pasión y con denuedo.


El alumno era inquieto
 buscando siempre aprender
y el maestro con placer
satisfacía el requerimiento,
y había mucho respeto,
cortesía y buenos modales
y en escuelas y hogares
reinaba el conocimiento.

Pero en nombre del progreso
cambiaron todas las reglas
y ahora se habla de huelgas,
de paros y descontentos,
queman el bus y el por puesto,
denigran del profesor
y hasta el pobre pizarrón
lo lanzan sin miramientos.


Predomina el irrespeto,
la flojera y el desaire
y en los pueblos y ciudades
ríe el ignorante y el necio.

Y en medio de todo esto
la enseñanza se diluye
el pueblo se prostituye
y camina hacia lo incierto.

Pero ha llegado el momento
de pensar en la nación
con reglas de corazón
y libros de sentimiento,
y educar con el respeto
que enseñó el Libertador,
Simón Rodríguez, ductor
y Andrés Bello, el Maestro.


Un sentimiento por mi madre


Desperté con sentimiento
una mañana en mi casa
mi madre estaba en su hamaca
con terrible sufrimiento,
no vacilé un momento
para acudir en su ayuda
estaba quieta y muda
y en sus ojos el tormento.

La rigidez de su cuerpo
y la ausencia de su voz
me hizo pensar lo peor
sintiéndome muy inquieto,
la llevamos donde el médico
rogando siempre a Dios
y el lamento se escuchó
arriba allá en el cielo.

Mi madre sigue sufriendo
con diabetes y tensión
y su débil corazón
se le oyen los requiebros,
se resiente del cerebro
y sus piernas no le dan
y sus ojitos están
viendo cada vez menos.

Y pido de nuevo al Cielo
que le mejore la vida
y que la paz que consiga
dure años y sea bueno,
y el más grande de mis sueños
es que pueda caminar
y me haga recordar
 cuando yo era pequeño.

Y cada vez ruego y ruego
para que ella nos siga
y hasta daría mi vida
si ese fuera el remedio. 

1994, en un mes cualquiera.


 
Las huellas de mi padre



Un lunes primaveral
en mi llano guariqueño
mis hermanos con empeño
me invitaron a viajar,
partimos de Guamachal
con rumbo a Santa María
con semblanzas de alegría
con cariño y amistad.

Una tierra sin igual
la tierra donde crecimos
de donde una vez partimos
pensando en regresar,
y ese lunes primaveral
en la tierra de los sueños
nos llenamos de recuerdos
de nuestro padre inmortal.

Memorias que siempre están
viviendo en los correderos
que transitó nuestro viejo
en lento peregrinar,
avistamos El dragal
tierra de los antojos
y al pasar por El Socorro
se escuchaba un suspirar.

Un sentimiento ancestral
sigue allá en los paraderos
recuerdos de Morochero,
Santa Ines y Maniral,
y es digno destacar
un caso tierno y muy lindo
sucedió en Santo Domingo
cerquita del morichal.

En una hora sin par
con la fragancia del lirio
nacía un bello idilio
y un sentimiento especial,
floreció el chaparral
y se desbordó la nobleza
con Simón y María Josefa
jurándose eterno amar.

La faena sin cesar
se afianzó con ansias locas
en Salsipuedes, Las bocas
Altamira y El mangal,
Barrialote los vio pasar
al compás de una chipola
Agua negra y Las Lomas
perfumes del mastrantal.

Mi padre fue caporal
y guiaba con mente fina
en Tierra negra y Mata linda,
Zaraza su lar natal,
de día iba a pescar
con esperanza y con fe
en el río Santa Inés
hilaba sin esperar.

En un ratico no más
había corroncho y guabina
el bagre y las sardinas
paraban en el morral,
también salía a cazar
con su escopeta confiado
traía a veces venado
y la alegría a su hogar.

El río no existe más
secó sus aguas la quema,
la tala trajo las penas
alejando el manantial,
llegamos hasta el final
de aquel viaje de recuerdos
a Pancha Duarte un te quiero
por guiarnos al caminar.

La noche cubrió el palmar
regresaron los viajeros
Evaristo saco un pañuelo
y nos pusimos a llorar.



Un viaje de sueños



Salí de Valle la Pascua
a recorrer mi llanura
y por la verde espesura
me adentré en lontananza,
y mi mente no descansa
voy recordando quereres
me detengo en Las Mercedes
antes fue en Chaguaramas.

Y sin penas en el alma
al contrario una sonrisa
al pasar por Santa Rita
ya me acompaña la calma,
en el camino las palmas
silban cantos de agonía
y allá en la lejanía
diminuta está una garza.

A lo lejos la vacada
se pierde en el horizonte
y vuelan de monte a monte
el colibrí y la paraulata,
un caimán en la barranca
sale corriendo hacia el agua
y desaparece en la nada
seguro que algo lo espanta.

No hay ruidos de guacharacas
porque llegó el cazador
y con balas de dolor
las borró de la estancia,
sale espantada una baba
y se oculta en una gruta
ya se divisa Cabruta
bello puerto de esperanza.

En el pueblo las muchachas
caminan con donosura
porque es la belleza pura
que abunda en la sabana,
precedido de la fama
está ese puerto llanero
adornado por garceros
pescadores y montañas.

Mi corazón se desmaya
con el imponente Orinoco
me repongo poco a poco
al perderse en la distancia,
viene arribando una barca
bajan tristes los viajeros
en sus ojos “los te quiero”
van ocultando las lágrimas.

Las canoas y las lanchas
van navegando hacia el cielo
con remos de desespero
van surcando entre las aguas,
no me detengo ante nada
sigo mi viaje de sueños
con decisión y empeño
sigo raudo hacia Caicara.

Evitando ensenadas,
las rocas y hasta las charcas
se desliza la gabarra
con rumbo hacia Guayana,
en el camino las garzas
vuelan por las barrancas
aborígenes en la distancia
lanzan tristes sus miradas.

Enero, 16 de 1994 


La madre


La madre naturaleza
por designios del Señor
le dio hijos a montón
que parió con entereza,
diez varones, cinco hembras
del mayor hasta el menor
los crió con mucho amor
y los amó hasta la fuerza.

Ahora se puso vieja
enferma y con dolor
y su pobre corazón
atormentado por las quejas,
le duelen las dos piernas
afectada de tensión
casi no tiene visión
y la soledad de compañera.

Los hijos que ella pariera
cada cual tomó un camino
y no importó lo más mínimo
que viva o que se muera,
ellos viven con su lema
sin visos de sentimiento
y la señora del cuento
solo sufre y espera.

Ojalá Dios la proteja
y le calme sus quebrantos,
y ella que ha sufrido tanto
¿es justo que no la quieran?



¿Cómo era el barrio Guamachal de antaño?



En Valle de la Pascua, en el barrio Guamachal de antaño, yo recuerdo que existían pocas casas y las familias que llegaron con la ilusión de tener un hogar propio y criar una familia tuvieron que afrontar muchos imponderables, claro está. Aquello bien podía describirse con la muy conocida expresión de que “todo era monte y culebra”. Las “casas”, unas muy distantes de otras, se comunicaban por unos caminitos de tierra rodeados de plantas silvestres pequeñas y medianas. Y en esos tiempos llovía mucho. Los copiosos aguaceros, cuando caían, casi tumbaban las casitas de zinc y paredes de barro, que eran la mayoría. Era cotidiano escuchar, después de las fuertes precipitaciones: “Caramba, por poco el “palo de agua” no me tumba el ranchito”. Ni pensar en servicios públicos como se les conoce ahora. Para alumbrarse se compraban velas de cera, aunque algunas familias podían tener lámparas de “querosén”, pero eran los menos e incluso en algunas viviendas se alumbraban con monte seco y residuos de cartón que eran quemados en los rústicos e improvisados patios. Los alimentos, en buena medida, eran provistos por el tradicional conuco. Yo, por ejemplo, fui buen conuquero.
       
Mi padre era especialista usando el machete y el garabato. Y ni hablar si se trataba del hacha o la chícura o la escardilla. Y ya puede suponerse que los alimentos se cocían a fuerza de leña en un fogón de tierra con ollas de barro o peltre, y algunas veces esas ollas estuvieron “boca abajo”. Y en el modesto dormitorio no faltaba el chinchorro de moriche que se cubría con mosquiteros o “pabellón” para contrarrestar la andanada de zancudos que eran cotidianos en las oscuras noches de Guamachal. En esos tiempos abríamos y limpiábamos peladeros para practicar béisbol con pelotas de goma o de trapo. El entretenimiento también estaba constituido por el juego de “Las cuarenta matas” o “policías y ladrones”. En Semana Santa era costumbre jugar el trompito con caramelos, los trompos y las zarandas. Era común decirle a las muchachas: “Oiga, vecina, muy pronto voy a quebrarle la zaranda”, y ellas se sonrojaban,  bajaban la cabeza y seguían por el caminito rumbo a casa a llevar el recado o cualquier otro mandado de los “mayores”. Se refería al juego de zarandas que eran rotas por los trompos en días santos. Después vendría “el progreso del barrio”, y serían sustituidas “las picas”  o caminos por las carreteras de tierra.  Y unos postes de madera distantes con un bombillito de luz amarilla y débil. Y el servicio de agua llegaría también, pero de modo paulatino que consistía en las llamadas “plumas” o llaves públicas donde los humildes habitantes se servían llenando sus envases, baldes y pipotes. Algunos envases eran improvisados con recipientes de latas de manteca “los tres cochinitos” y otras marcas. Luego vinieron las populares bodegas y los quiosquitos donde expendían víveres y muchas cosas más. Por esos tiempos existían “las graneras” en las bodegas que se las abrían a los que hacían “mandados” y el dueño le iba colocando granos en un vaso por cada compra y al final de la semana se los contaba y le retribuía dinero donde los centavos, las lochas, medios y reales eran los protagonistas. Quien lograra reunir un bolívar o dos, tenía como comer completo por una semana. Eran tiempos en que se almorzaba, algunas veces, “con una catalina o un pan de trigo y un fresco de colita”. No puedo dejar de decir que el nombre del barrio era dado porque en la zona proliferaba el árbol de “guamacho” que era de tamaño mediano y a veces crecía de buen porte, daba un fruto pequeño que era muy dulce, comestible y podía servir de alimento. Fueron muchas las ocasiones en que ese fruto natural palió mi hambre y la de muchos muchachos. Las carreteras de entonces, que en la práctica eran caminos de tierra, como dije, estaban adornadas, de lado y lado, por aquellos frondosos y abundantes guamachos. Pero, a pesar de lo descrito, todo eso hacía la vida vivible y si se quiere, todo era bonito. La naturaleza viva, con sus árboles vistosos, las lagunas y caños, pájaros diversos con sus cantos y trinos, los animales domésticos. Y sobre todo, la tranquilidad que era reina en el lugar y prevalecía el respeto. Nadie se metía con nadie y las personas se caracterizaban por su solidaridad y don de buena gente. Al tiempo, todo cambiaria. Los muchachos, no todos, estudiarían la primaria y el bachillerato, unos partirían a otros lares en busca de ampliar sus estudios y tener una profesión. Otros irían en busca de un empleo remunerado y un mejor “status”, como se dice. Eran otros tiempos y otra manera de vivir y ver la vida.




En otros tiempos



En los tiempos de mi abuelo
y en los tiempos de mi padre
la educación sin alardes
enseñaba de lo bueno,
y el maestro era dueño
del tesón y la constancia
e impartía la enseñanza
con pasión y con denuedo.


El alumno era inquieto
 buscando siempre aprender
y el maestro con placer
satisfacía el requerimiento,
y había mucho respeto,
cortesía y buenos modales
y en escuelas y hogares
reinaba el conocimiento.

Pero en nombre del progreso
cambiaron todas las reglas
y ahora se habla de huelgas,
de paros y descontentos,
queman el bus y el por puesto,
denigran del profesor
y hasta el pobre pizarrón
lo lanzan sin miramientos.


Predomina el irrespeto,
la flojera y el desaire
y en los pueblos y ciudades
ríe el ignorante y el necio,
y en medio de todo esto
la enseñanza se diluye
el pueblo se prostituye
y camina hacia lo incierto.

Pero ha llegado el momento
de pensar en la nación
con reglas de corazón
y libros de sentimiento,
y educar con el respeto
que enseñó el Libertador,
Simón Rodríguez, ductor
y Andrés Bello, el Maestro.



Yo heredé el optimismo



Entre triunfos y reveses
va mi vida personal
teniendo que enfrentar
los bastardos intereses,
y así mi vida crece
con tristezas y alegrías
esperando el gran día
en que triunfe para siempre.

Camino erguido y de frente
sin miedo y sin cobardía
y el lucero que me guía
alumbra cuando oscurece,
con optimismo en la mente
va mi paso bien seguro
y cuando llegue mi turno
ya me verán sonriente.

Creo siempre en la gente
mientras no cambien el rumbo
buscando la paz del mundo
como meta permanente,
fuera los indiferentes
y apártense los cobardes
mañana ser muy tarde
luchemos hoy combatientes


Mi niñez


Recuerdo con alegría
mi niñez allá en el barrio
con aguaceros de mayo
y veranos de sequía,
y era tanta mi alegría
que todavía recuerdo
como alumbraba el lucero
caminos y travesías.

Y mi padre era el guía
en ese llano inmenso
y yo recuerdo todo eso
con ansias de lejanía,
pasaba noches y días
alimentando ilusiones
dibujando corazones
con lápiz de fantasía.

Y mi niñez crecía y crecía
tornándome adolescente
y con la idea en la mente
de ser feliz algún.


Ser viejo


¿Qué significa ser viejo?
en sociedad individualista
es un signo fatalista
que conduce al desecho,
es sinónimo de desprecio
desidia y animadversión
sin pensar que un corazón
tiene allí dentro el viejo.

Yo me preocupo por ello
aunque viejo aun no soy
y aunque sea joven hoy
mañana seré un viejo.

Fueron viejos mis abuelos
mis padres también lo son
y es viejo el Fundador
de todo lo que ahora tengo,
si alguien desprecia a un viejo
tiene arrugas en el alma
y nunca hallará la calma
de aquellos que llama viejos.

Es honra llegar a viejo
porque es sabiduría
¿y cuántos no desearían
Vivir con bellos recuerdos?
ojalá lleguen a viejos
los que tienen juventud
y que el amor y la virtud
sea lo imperecedero.


Triste vejez


Que triste es la vejez
cuando se ha sufrido mucho
y las penas van de luto
en un negro amanecer,
no hay nadie por doquier
vives solo y afligido
y las horas son un siglo
que se aferran a su piel.

La vida se fue también
en un grito lastimero
llevándose aquel “te quiero”
ingrato y hasta cruel,
los recuerdos en tropel
derriban las ilusiones
hiriendo los corazones
fantasmas de la niñez.

Solo queda perecer
creyendo haber pagado
los crímenes del pecado
que se adquiere al nacer.



Viejitos


La vejez es un delito
en sociedad de mercaderes
una cuenta sin haberes
que pagarán los viejitos,
ellos se quedan muy tristes
sintiéndose rechazados
vejados y humillados
y como seres distintos.

¿Qué sentirá un viejito
cuando se ha quedado solo?
sentirá que es un estorbo
y que no existen los hijos,
si fuera rico el viejito
lo trataría como a niño
con besitos y con mimos
 tomados de su manito.

Y ahora yo no me explico
que tiene la juventud
que con tanta ingratitud
maltratan al ancianito.


La vida


La vida es hermosa y bella
y vale la pena vivirla
y hasta el día que se extinga
hay que aferrarse a ella.

Es fugaz cual la estrella
que cruza el firmamento
y tan corta como el viento
que corre en la primavera.

Y como la tormenta aquella
que llega de vez en cuando
como sequía en verano
la vida es corta de veras.



Galería


Mis padres, mi hermano y yo. . .
A saber: Doña María Josefa Rodriguez de Correa, don Simón Correa Infante, José Gregorio Correa Rodríguez y Eduardo Rafael Correa Rodriguez,  ¿quieren más?   

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